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abril 2015

La cocaína cambia el cerebro. Cocaina.

By | Adiccion, Adicciones Psicologicas, Alcohol, Autores Colaboradores, Benzodiacepinas, hachis, cannabis, chocolate., La Penultima, Meta-Adicciones Noticias, Sindrome de abstinencia | No Comments

La cocaína cambia el cerebro.

 por La Penúltima

Red neuronal

Según el trabajo publicado en la revista Nature Neuroscience, en el que dice que la cocaína cambia el cerebro. Lo cierto es que este tipo de trabajos, no nos debería extrañar, pero es cierto, que aún hoy, nos resulta un tanto extraño (sobre todo a aquellos que no han pasado por un tratamiento para la deshabituación). La cuestión del trabajo es que han visto unas protuberancias en las células del cerebro llamadas espinas dendríticas en ratones tras la administración de cocaína, y éstas están muy implicadas en la formación de la memoria.

En las personas también se podría percibir estos “cambios” con sus aptitudes y “malfunciones” psíquicas y comportamentales, miedos e inseguridades y un largo etcétera.
Cuando decimos “malfunciones”, nos referimos a la manera de gestionar sus vidas, pues no es del todo desconocido el funcionamiento casi común a todos los usuarios de drogas. Estos tipos de funcionamientos se podrían referir al gasto inusual de dinero o desperfectos ocasionados que se van dando a su paso por la vida; accidentes, excusas, impuntualidad, recursos insólitos o extraños. La falta de memoria es bien conocida en los usuarios de psicotrópicos. Pero si hay una “malfunción” inexorable es el consumo, pues siempre podemos estar escuchando: “sólo tomo un par de cervezas”, “ya no fumo como antes”, “esto ya no lo hago”, “yo controlo”. Siempre, y digo siempre, es una versión distorsionada de lo que el adicto cree que es la verdad, por eso de la “malfunción” o “disfunción” psíquica. La percepción de la realidad hace tiempo que dejo de ser objetiva y creen fielmente que dicen la realidad, sin poder percibir que la realidad es otra más severa.

OMS

No podemos por menos que volver a repetir que la adicción es una enfermedad diagnosticada en el DSM IV (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders), DSM V es la última versión del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales de la Asociación Americana de Psiquiatría, donde el trastorno por consumo de sustancias se incorpora en el DSM V para agrupar los trastornos por abuso de sustancias y la dependencia de sustancias. Además, se ha creado una nueva categoría para recoger las “adicciones conductuales”, donde se incluye el Juego Patológico (antes recogido en la categoría de “trastornos de control de impulsos no clasificados”). Por tanto, desde la primera publicación (DSM 1) en el año 1952 de este manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales y referencia, junto con el CIE 10 (Clasificación internacional de enfermedades, décima versión) que determina la clasificación y codificación de las enfermedades y una amplia variedad de signos, síntomas, hallazgos anormales, denuncias, circunstancias sociales y causas externas de daños y/o enfermedad, creada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) que se utiliza a nivel internacional para fines estadísticos relacionados con morbilidad y mortalidad. Donde incluyen además, una clasificación de trastornos mentales según el criterio de la OMS y crea los códigos desde el F10 al F19 para trastornos mentales y del comportamiento debidos al consumo de sustancias psicotropas. Desde el año 1952 la Asociación Americana de Psiquiatría y la OMS, clasifican los trastornos mentales por abuso de sustancias como enfermedad mental, y no como cualquier otro alegato que se le parezca, y ha de tratarse como una enfermedad. Sin embargo, al día de hoy, solamente podemos observar que la cocaína cambia el cerebro de quienes la consumen, pero no de aquellos neófitos que siguen situando al dependiente no como un enfermo, sino más bien como a un degenerado al que incorporan cualquier adjetivo salvo el que le corresponde, dependiente, enfermo como el que tiene una gripe, posiblemente mortal.

La empatía cura

Los cambios en las personas que han ido consumiendo sustancias pueden, con el tiempo, verse claramente, pero si no empezamos a tratarlos como se merecen, como enfermos, como una enfermedad más, nunca podremos atajarlo con celeridad y éxito.

La cocaína cambia el cerebro, pero también la mala información, y enferma tanto o más que la cocaína. La mejor medicina para cambiar el cerebro es la empatía de los demás a esta enfermedad.

Respeto y salud!

Alx

Bibliografía:

http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2013/08/130827_salud_cocaina_adiccion_cerebro_gtg.shtml?ocid=socialflow_twitter_mundo

El Servicio Catalán de Tráfico plantea retirar el carné a adictos al alcohol. Adiccion. Cocaina.

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El Servicio Catalán de Tráfico plantea retirar el carné a adictos al alcohol

Alcoholímetro

El Servicio Catalán de Tráfico plantea retirar el carné a adictos al alcohol.Lo primero que hay que poner en este tipo de discriminación es que, acusa a los adictos al alcohol de “asesinos en potencia”. Esto es lo que el Sr. Joan Josep Isern, director del Servei Català de Trànsit (SCT) cita textualmente. Mire señor Isern, este viernes noche en la carretera NII a la altura de Vilassar de Mar había un control donde yo, adicto al alcohol, ofrecí un 0.0. en dicho control. No se porqué deberían retirarme el carné.

Según dice usted, más del 47% de fallecidos en accidentes de tráfico dio positivo en alcohol, psicofámarcos o drogas. Esta estadística sólo aparece cuando el forense dictamina el porcentaje de alcohol u otras drogas hay en sangre, lo cual no quiere decir que pueda determinar si esa persona es adicto, un consumidor esporádico, que ese día se tomó algo de más o una persona que se automedica a sus anchas.

Joan Josep Isern. Director del Servei Català de Trànsit (SCT)

Lo realmente cierto Sr. Isern es que, sea un adicto, un consumidor esporádico o una persona que se automedica no es fácil que acuda a consulta para su dolencia y no va a estar regulado o fichado por los servicios médicos. Lo más probable es que empiecen a retirar el carné a aquellas personas sometidas a tratamientos médicos que, y muy posiblemente sean personas que no hacen engrosar sus estadísticas.

Quizá se debería empezar por retirar, de una vez por todas, el alcohol de las vayas y otros sistemas de publicidad que, de hecho, están para invitar a consumir, consciente o inconscientemente aquello que luego, según ustedes, hace convertirse en “asesinos en potencia” en las carreteras.

Habría que hacerse la pregunta de, ¿porqué siempre buscamos las soluciones que generan dinero?, ¿no sería mejor las soluciones que busquen solucionar, valga la redundacia, el problema?

La adicción no se cura con adicción. Cocaina. Alcohool. Benzodiacepinas.

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La adicción no se cura con adicción

 por La Penúltima

Bo Mathiasen

Más o menos rezaba así el titular de la noticia del domingo pasado en una entrevista para “El Espectador” de Bo Mathiasen, director de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Onudc). Donde trata de explicar que no se puede curar la adicción generando otra, y citaba: Cualquier tipo de intervención que se haga en salud debe tener una base científica sólida. No se usa a la gente para experimentos. En este caso, utilizar cannabis como tratamiento para alguien que tiene una dependencia problemática de cocaína, no tiene sentido. Por eso, en conjunto con la administración, visitamos España para conocer las experiencias del país ibérico en ese sentido. El tratamiento adecuado para un dependiente químico varía de acuerdo al tipo de sustancia que consume. Usar una droga para tratar la dependencia de otra, en mi experiencia, no es lo apropiado.

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A esto, habría que preguntarle al director de ONUDC, si él cree más apropiado tratar con sucedáneos opiáceos a los dependientes de heroína como actualmente se lleva a cabo en España, o si piensa que eso no es “tratar una adicción con otra“. Habría que preguntarle si cree prudente retenerlos en los PRD (Programa de Reducción de Daños) o centros de venopunción o narcosalas, donde se interviene al paciente cuando él no puede inyectarse para que lo haga un médico en su lugar (reducción de daños), y donde creen que es mejor que estén “controlados por los servicios sanitarios” y así los mantienen latentes durante décadas, en lugar de incorporarles a un PLD (Programa Libre de Drogas) donde, con un buen trabajo, podrían rehacer sus vidas.

Hemos escrito en cursiva la frase “tratar una adicción con otra” pues no es del todo correcta. Sabemos que hay diferentes receptores para la acción de distintas sustancias, pero denominar “distintas adicciones” al consumo de distintos tipos de sustancias no creemos que sea del todo correcto. Sabemos que la adicción es una, independientemente de la o las sustancias, sensaciones e incluso situaciones. Por eso, el mismo individuo que es adicto al sexo o a las compras compulsivas, lo es a las drogas o al juego, a pesar de que jamás lo haya experimentado.

Trataremos de explicarlo un poco mejor. En la clínica, resulta útil concebir las áreas neurales implicadas en la acción de las distintas drogas como sistemas neurales funcionales más o menos independientes (White 1996) en los que suceden procesos paralelos que dan soporte a los distintos aspectos de la experiencia del placer, de los estados internos, de las conductas y de los pensamientos que conforman la motivación. El circuito estriado-tálamo-cortical, por ejemplo, está implicado en funciones emocionales, motivacionales y de conducta social. El cortex insular regula la alimentación y emoción. El cortex cingulado anterior regula la atención, la emoción y el aprendizaje de asociación estímulo-respuesta. La amígdala tiene un importante papel en el aprendizaje de relaciones entre estímulos biológicos y señales y se relaciona con el cortex orbitario. El núcleo accumbens está relacionado con las dos estructuras anteriores, es el lugar de la acción de la cocaína y el lugar universal de las adicciones. El cerebelo se activa también por los reforzantes naturales y tiene un lugar fundamental en las alteraciones de la psicomotricidad que producen las drogas. El cortex frontobitario procesa información sobre estímulos reforzantes y aversivos. La interacción dinámica entre estas estructuras y las circunstancias del ambiente da soporte a fenómenos complejos que van mucho más allá del simple «registro de la actividad hedónica» y que se alteran de forma singular en la adicción a cocaína (Dackis y O’Brien, 2001).

Dispensario de Metadona

Por tanto, los distintos sistemas neurales que dan soporte a los distintos aspectos de la experiencia del placer son los mismos a pesar de que los receptores sean distintos. También sabemos que se podrían denominar “distintas adicciones” al tipo de adicción, pues no es menos cierto que, a pesar de ser la misma enfermedad hay distintos tipos y se clasifican, diagnostican y tratan independientemente ya que tienen una tipología diferente. Por eso, podremos denominar “distintas adicciones” a una adicción a sustancias y otra emocional. Es como una alergia; tener alergia es tener una enfermedad, pero no se aborda de la misma manera una alergia al polen que otra a la lactosa. Incluso, cuando se trata de una misma alergia al polen, hay distintas sustancias que lo provocan, pues existe alergia al polen de las gramíneas, a las oleas y a la parietaria, en ocasiones mohos, polvos y caspa de animales, y los diferentes tipos de reacciones alérgicas generalmente se clasifican según su causa, a pesar de ser la misma enfermedad.Esta reflexión nos podría dejar bastante claro lo que se viene haciendo con los drogodependientes tratados con drogas. A ningún médico se le ocurriría tratar a un paciente de alergia al polen con polen. En el caso del drogodependiente sí se aborda al día de hoy con drogas. Tratar de “curar la adicción con otra adicción” es llevarle a una muerte segura.

Alx

Enlaces:

http://www.elespectador.com/noticias/nacional/una-adiccion-no-se-debe-tratar-otra-articulo-443811

 

Alcoholismo – Es una enfermedad hereditaria? La Penultima. Dejar las drogas.

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Alcoholismo – Es una enfermedad hereditaria?

Bebiendo

Componente genético aún no identificadoHay un creciente cuerpo de evidencia científica de que el alcoholismo tiene un componente genético, pero el gen real que puede hacerlo aún no se ha identificado.

Los estudios en animales de laboratorio, así como los sujetos humanos de la prueba indican que los factores genéticos juegan un papel importante en el desarrollo de alcoholismo, pero hasta qué punto sigue siendo un factor indeterminado.

Los hijos de alcohólicos son cuatro veces más propensos que otros niños de convertirse en alcohólicos, de acuerdo con la American Academy of Child and Adolescent Psychiatry, pero los factores ambientales podrían ser un factor en muchos de esos casos.

Estudios de la Familia, gemelos y de adopción han demostrado que el alcoholismo definitivamente tiene un componente genético. En 1990, Blum et al. propuso una asociación entre el alelo A1 del gen DRD2 y el alcoholismo. El gen es el gen DRD2 primer candidato que ha demostrado promesa de una asociación con el alcoholismo (Gordis et al., 1990).

Un estudio realizado en Suecia, seguido de consumo de alcohol en los gemelos que fueron adoptados como hijos y criados por separado. La incidencia de alcoholismo fue ligeramente superior entre las personas que estuvieron expuestos al alcoholismo por medio de sus familias adoptivas. Sin embargo, fue notablemente mayor entre los gemelos cuyos padres biológicos eran alcohólicos, independientemente de la presencia de alcoholismo en sus familias adoptivas.

Investigadores de la Universidad de California en San Francisco (UCSF) están utilizando moscas de la fruta para encontrar las causas genéticas del alcoholismo, el Wall Street Journal. Según los científicos, moscas de la fruta Drosophila borrachos se comportan de la misma manera que lo humano cuando están borrachos. Además, la resistencia de la mosca de la fruta ante el alcohol parece ser controlado por el mismo mecanismo molecular que el de los seres humanos.

Hugo Bellen, genetista de la Facultad de Medicina Baylor en Houston, Texas, dijo que el estudio “sienta las bases para un enfoque genético para la disección de la aguda y, posiblemente, los efectos crónicos”, de alcohol en las personas.

En otro estudio científico criados selectivamente dos cepas de ratones: los que no son genéticamente sensibles al alcohol, y los que genéticamente son muy sensibles a el. Las dos cepas muestran un comportamiento muy diferente cuando se exponen a cantidades idénticas de alcohol.

Los ratones sensibles tienden a perder sus inhibiciones y pasar con bastante rapidez, ganándose el apodo de “dormilones”. “Duermen poco” son ratones que son genéticamente menos sensibles al alcohol. Parece que pierden menos inhibiciones, y toleran el alcohol durante más tiempo antes de que se desmaye.

“El consumo de alcohol está influenciado por una combinación de factores ambientales y genéticos”, dijo Gene Erwin, PhD, profesor de ciencias de la farmacéutica de la Facultad de Farmacia de la UC, “Este estudio indica que los factores genéticos juegan un papel más importante, y estamos intentando a comprender el poder de los factores genéticos. ”

Si el alcoholismo se puede remontar a un gen o de una combinación de genes, ¿cómo puede ser utilizada la información?

“Estos genes son de riesgo, no por el destino”, subrayó el Dr. Enoc Gordis, director del Instituto Nacional sobre el Abuso de Alcohol y Alcoholismo. Agregó que la investigación podría ayudar en la identificación de los jóvenes en riesgo de convertirse en alcohólicos y podría llevar a los esfuerzos de prevención temprana.

Drogas duras o drogas blandas. CLASIFICACIÓN POR SU PROCEDENCIA.

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Drogas duras o drogas blandas

droga dura o droga blanda

Llevamos tiempo escuchando que la droga esta es dura y yo sólo uso drogas blandas, que si esta es droga dura y la otra droga blanda. Pero en verdad las drogas, como veremos en este post, no se pueden simplemente clasificar como duras o blandas. De hecho, influyen y confluyen multitud de factores para si quiera, determinar su poder adictivo o el tipo de dependencia que genera. Como hemos dicho, vamos a ofrecer información para intentar esclarecer este mito en torno a las drogas.

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CLASIFICACIONES POPULARES
Una clasificación tan popular como carente de rigor es la que separaría a las drogas en duras y blandas (traducción tan literal como poco talentosa del inglés hard y soft drugs). Para ello, se intenta utilizar un solo criterio de riesgo, la capacidad de generar dependencia física, con olvido deliberado de los demás. La legislación penal española vigente recoge esta distinción, pero redefiniéndola como drogas que causen grave daño a la salud o que no lo hagan (en la práctica, sólo el cannabis), lo que nos lleva a preguntarnos por el estatus legal que en caso de respeto de las definiciones debería tener, por ejemplo, el tabaco ya que éste causa un “grave daño a la salud”.

En cualquier forma, está claro que una clasificación que pretende hacer discreto lo que es continuo siempre presenta puntos muy débiles. Y la distinción entre lo que es propiamente dependencia física o no, o en su caso de los grados de dependencia fisiológica existentes, es una cuestión mucho menos clara de lo que pudiera parecer a primera vista. Así, en algunas publicaciones, además de las drogas blandas y de las duras se postula la existencia de las drogas semiduras (cocaína y anfetaminas), completando así una clasificación que sus autores atribuyen ni más ni menos que a la OMS naturalmente, sin citar ninguna referencia que lo avale (Díaz, 1980).

La forma de clasificar las drogas son las siguientes:

CLASIFICACIÓN POR SU PROCEDENCIA
En función de su origen, las sustancias psicoactivas se clasifican como:

– Sustancias naturales: productos vegetales en su estado original (peyote, amanitas, tabaco) o que han sido objeto de procesos de fermentación o concentración (como el vino a partir del mosto, o el opio a partir de la adormidera).

– Sustancias semisintéticas: extraídas de un producto natural, pero que precisan de una cierta manipulación en el laboratorio (como la morfina, uno de los alcaloides que se extrae del opio y, a partir de ella, la heroína). Del mismo modo, la dietilamida del ácido lisérgico (LSD) se sintetiza a partir de un producto natural, el cornezuelo del centeno.

– Sustancias de síntesis: elaboradas íntegramente en un laboratorio, en ocasiones intentando reproducir estructuras químicas parecidas a las ya conocidas de ciertos productos naturales. El ejemplo clásico lo constituyen las anfetaminas, a las que se han venido a añadir últimamente un buen número de drogas de síntesis, generalmente estimulantes modificados con cierta acción sobre los mecanismos de percepción. Señalemos aquí que, no obstante, es erróneo identificar las drogas de síntesis tan sólo con un determinado subgrupo de estimulantes, por cuanto también se han sintetizado en laboratorio analgésicos narcóticos de enorme potencia, como es el caso del fentanilo o heroína sintética.

CLASIFICACIÓN HISTÓRICA DE LEWIN
En 1924 Ludwig Lewin publica una obra capital en el análisis de las sustancias psicoactivas: su libro Phantastica, fuente en la que han bebido numerosos autores posteriores (por ejemplo Jean Louis Brau, cuya excelente Historia de las drogas sigue casi al pie de la letra varios capítulos de la obra de Lewin).

El criterio que utilizó Lewin fue el de los efectos subjetivos percibidos por el consumidor. Llama la atención lo completa que es y la inclusión de sustancias como el alcohol y tabaco, que las clasificaciones oficiales no han retomado hasta muchos decenios después. Ciertamente, contiene algunos elementos muy discutibles, tales como la clasificación en un mismo grupo de heroína y cocaína, los euphorica. Fijémonos, sin embargo, que Lewin utiliza el vocablo euforia en su sentido griego original (euporia), equivalente a bienestar, y que no posee las connotaciones de alegría, vitalidad o activación que le confiere el castellano moderno.

CLASIFICACIÓN POR SU ESTRUCTURA QUÍMICA
Se han realizado diversas clasificaciones con arreglo a la estructura química de los principales productos activos contenidos en las drogas. Sin embargo, no nos detendremos en ello, puesto que la acción farmacológica no está a menudo en concordancia con la química; así, por ejemplo, la morfina y la nalorfina, dos compuestos con estructura casi idéntica, tienen efectos farmacológicos contrapuestos. No faltan tampoco ejemplos en los que sustancias químicamente muy diferentes actúan en cambio de manera análoga. Por otra parte, no se conoce suficientemente la estructura química de algunas sustancias activas.

CLASIFICACIONES FARMACOLÓGICAS
La clasificación farmacológica se basa en los resultados de la experimentación animal y humana. Los efectos farmacodinámicos de las sustancias registrados en el laboratorio (generalmente clasificados como estimulantes/depresores/psicodislépticos) pueden sufrir variaciones muy notables cuando el consumo de las drogas se da en un medio natural y con un objetivo ritual, hedonista o recreativo. Por ello suelen utilizarse en su lugar las clasificaciones clínicas, en especial las que se refieren al efecto subjetivo principal experimentado por el usuario como la clasificación de Lewin, que sigue vigente.

CLASIFICACIÓN POR SU EFECTO PRINCIPAL
Las clasificaciones clínicas, basadas en las reacciones psíquicas humanas ante las drogas, son actualmente las más utilizadas (y, probablemente, las más útiles). Una misma sustancia puede generar efectos múltiples sobre funciones diversas, tales como el humor, la vigilia, la percepción, etc. Por ello las clasificaciones suelen intentar identificar el efecto principal, lo que no siempre resulta tarea fácil, en el supuesto de que exista un efecto claramente predominante sobre los otros, ya que a menudo la combinación de efectos es lo que crea la sensación específica que aprecia el consumidor de una determinada droga.

En las clasificaciones clínicas basadas en el efecto principal que experimenta el consumidor de drogas suelen incluirse muy diversas sustancias psicotrópicas, ya sean o no capaces de generar dependencia.

Una de las más conocidas es la que propuso Jean Delay (1958) en el Congreso Mundial de Psiquiatría. Al interesarse este autor sobre todo por los psicotropos modernos, no incluyó en su lista la mayoría de las sustancias adictivas por excelencia. También olvidó el éter, el alcohol y otros embriagantes, así como la cafeína y la nicotina. Y, por último, como es lógico, no figuran en su clasificación los psicotropos descubiertos con posterioridad. Delay agrupa las drogas en función del criterio de tonus psicológico acuñado por Pierre Janet, que intenta combinar en una sola variable el nivel de vigilancia (despierto-dormido) y el estado de humor (eufórico-deprimido). La clasificación citada distingue tres grupos y varios subgrupos:

Figura 1. Clasificación de las drogas según el efecto principal que producen en el consumidor. Jean Delay, 1958.

Ciertamente, la tarea de clasificar las sustancias en un número limitado de grupos no es nada fácil.

Cada sustancia puede tener más de un efecto, en función de las dosis, las expectativas del consumidor y el medio sociocultural (en especial el medio grupal) donde se produce el uso.

Además, numerosas sustancias activas (como en el caso del opio, que contiene morfina, paparerina, tebaína, etc.) mezclan varios principios activos, y los efectos farmacológicos objetivos sobre el sistema nervioso (como en el caso del alcohol, que siempre es un depresor) pueden ser vividos en cambio subjetivamente como estimulación/euforia, al deprimirse en primer lugar las funciones de la corteza cerebral, y, por tanto, las inhibiciones. A nuestro entender, un intento de síntesis particularmente apreciable es el realizado por el profesor de farmacología y antiguo rector de la Universidad Autónoma de Barcelona, doctor Josep Laporte (1976), que pretende integrar todas las principales drogas conocidas, con una perspectiva a la vez clínica y farmacológica:

Figura 2. Sustancias según sus efectos.

Como podemos observar, esta clasificación (como todas) presenta algunos puntos controvertidos; así, no todos estarían de acuerdo en clasificar al tabaco entre los estimulantes, por cuanto ése no suele ser el efecto buscado por los consumidores, aunque sea objetivamente el efecto farmacológico de la nicotina administrada a determinadas dosis. Del mismo modo, no quedaría clara la ubicación de ciertos disolventes volátiles (que podrían asimilarse a los depresores, pero también a los psicodélicos), ni la de las modernas (y mal llamadas) drogas de síntesis, que podrían encontrar alojamiento en los grupos de los estimulantes o de los psicodélicos. Diversos autores han elaborado clasificaciones que intentaban unificar y actualizar las de Lewin y Delay, entre ellos Deniker (1966), Varenne (1973) y Segarra (1974). Pero, como nos recuerda Rovira (1982): hay que tener en cuenta la diferencia entre una clasificación basada en los efectos clínicos de unas dosis normalizadas y los efectos resultantes de unas dosis de dependencia.

Así las cosas, cuando Kramer y Cameron (1975) produjeron para la Organización Mundial de la Salud su Manual sobre dependencia de las drogas, decidieron tomar el camino más objetivo e inequívoco, produciendo una clasificación de las drogas por orden alfabético, aunque, eso sí, agrupadas en varios tipos. La exponemos a continuación:

Clasificación de drogas. Kramer y Cameron, 1975.

Nos permitimos llamar la atención sobre el hecho de que una de estas categorías, la de disolventes volátiles o inhalantes (sería más correcto llamarles inhalables), incluye a sustancias muy diversas, agrupadas en función de una propiedad física (su volatilidad), que determina su forma de uso. Se puede fácilmente objetar que esta agrupación no es más apropiada de lo que lo sería una de polvos a disolver u otra de drogas inyectables, y probablemente éste es un aspecto que precisa de mayor reflexión en el futuro próximo, ya que los productos inhalables han recibido una atención escasa en el contexto de las sustancias psicoactivas. En el módulo segundo se tendrá la oportunidad de profundizar en cada uno de los tipos de drogas.

CLASIFICACIÓN POR SU PELIGROSIDAD
Al igual que en los apartados anteriores, nos encontramos con un obstáculo difícilmente salvable para producir una clasificación de peligrosidad. Existen numerosas razones que ponen de manifiesto la relatividad de la peligrosidad y, como consecuencia, la dificultad de establecer una clasificación de ese tipo. Algunas de estas razones son: una droga peligrosa ¿para qué?

– Está claro que unas crean una intensa dependencia física (alcohol, morfina). Otras parecen generar sólo una dependencia psicosocial (cáñamo).

– En ciertos casos el síndrome de abstinencia es muy peligroso para la vida (barbitúricos), mientras que en otros no, incluso pese a su espectacularidad (heroína).

– Algunas sustancias producen dependencia con gran rapidez (heroína), mientras que con otras el proceso puede durar muchos años (alcohol).

– Ciertas drogas pueden producir intoxicaciones agudas muy graves (barbitúricos), mientras que con otras eso no sucede (tabaco).

– El uso reiterado de ciertos productos puede conducir a enfermedades graves e incluso mortales (tabaco); en otros casos la patología física es despreciable, pero la psiquiátrica es mucho más relevante (anfetaminas, LSD).

– Productos cuyo daño a largo plazo sobre la salud (dejando aparte la adicción) es muy poco relevante, como la heroína, son administrados en condiciones que producen daños gravísimos, como la transmisión del sida.

Con tales complicaciones para determinar la peligrosidad, unidas a la incomodidad que para muchos estados supondría poner de relieve las contradicciones que existen entre la peligrosidad de las sustancias y su tratamiento legal, no es de extrañar que organizaciones internacionales como la OMS hayan eludido sistemáticamente pronunciarse sobre ese aspecto.

En algunas obras hemos podido hallar referencias a supuestas clasificaciones de peligrosidad de la OMS, pero, al acudir a las fuentes para confirmarlo, esas taxonomías eran atribuibles a autores concretos, o bien no podíamos hallarlas. Si acaso, algunos de los comités de expertos en drogodependencias (como en el caso del 16º informe, 1969) hicieron recomendaciones para la fiscalización de determinados fármacos, basados en una estimación del balance entre los riesgos para la salud y la utilidad terapéutica percibida de los diversos productos. Así, se recomendaba la fiscalización más estricta para sustancias como la mezcalina, LSD y el cáñamo “porque su consumo puede ser abusivo y significar un riesgo especialmente grave para la salud pública y porque su valor terapéutico es muy limitado o nulo”. En cambio, sustancias como el diazepam, la fenciclidina (polvo de ángel) o el fenobarbital figuran en el grupo de fiscalización más débil, “porque su consumo puede ser abusivo y significar un riesgo débil pero aún significativo para la salud pública, y cuyo valor terapéutico varía entre escaso y grande”. Huelga decir que no se disponía de un criterio estable y objetivo para comparar los daños potenciales para la salud pública de unas y otras sustancias, por lo que estas valoraciones aparecen teñidas por las influencias sociales y etnocéntricas ya señaladas.

Varenne (1973) es uno de los pocos autores que se atreven a construir una clasificación de peligrosidad, que en parte adapta de la propuesta formulada por Isbell (1959). La clasificación de Varenne consta de tres grupos divididos a su vez en subgrupos. Subrayemos que fue concebida cuando el uso de cocaína se hacía casi exclusivamente por aspiración nasal. La introducción del crack podría suponer,pues, una modificación de la clasificación.

A. Drogas que originan una dependencia física y psíquica, así como un fenómeno de tolerancia (grupo de mayor peligrosidad).
• Dependencia de tipo morfínico.
– Opio y sus alcaloides estupefacientes: morfina, tebaína, etc.
– Derivados de la morfina: heroína, hidromorfona, etc.
– Analgésicos sintéticos: grupos de la petidina, metadona, etc.
• Dependencia de tipo barbitúricos-alcohol.
– Barbitúricos.
– Hipnóticos no barbitúricos.
– Ciertos tranquilizantes (meprobamato).
– Alcohol.

B. Drogas que únicamente originan una dependencia psíquica, pero también un fenómeno de tolerancia (grupo de peligrosidad intermedia).
• Dependencia de tipo anfetamínico.
– Anfetaminas y derivados.
– Sucedáneos de las anfetaminas (ejemplo: fenmetrazina o preludín).
• Dependencia de tipo LSD (alucinógenos).
– LSD.
– Psilocibina.
– Mezcalina, etc.

C. Drogas que únicamente originan una dependencia psíquica, sin fenómeno de tolerancia.
• Dependencia de tipo cocaínico.
• Dependencia de tipo cannábico.
– Cáñamo indio (marihuana, hachís).

CLASIFICACIÓN LEGAL
Desde el punto de vista de su consideración legal, las diversas drogas pueden situarse en puntos muy diversos de un continuo que va desde la más absoluta legalidad de su producción, venta y consumo, hasta la prohibición y sanción penal más extrema de los tres comportamientos anteriores.

Existen importantes variaciones según las leyes y tradiciones locales, así como con la práctica de cumplimiento más estricto o de inobservancia más o menos regulada de las convenciones internacionales (como en el caso de la venta de cáñamo de Holanda). Los segmentos en los que puede dividirse ese continuo son en buena medida arbitrarios pero, grosso modo, podemos clasificar las sustancias en ocho grupos, como sigue:

– Completamente institucionalizadas: productos en el marco de la economía de mercado sin ninguna limitación especial. Producción legal e incluso objeto de subsidios públicos. Venta y publicidad libres. En ocasiones, impuestos especiales de motivación no sanitaria. Ejemplos: café, té y bebidas que contienen cafeína.

– Institucionalizadas, pero objeto de ciertas limitaciones por razones de salud pública: prohibición de (determinadas formas de) publicidad, advertencias sanitarias en los envases, limitaciones a la venta a menores, regulación de contenidos máximos de productos tóxicos, y otras medidas de control variables según el país. Ejemplos: labores del tabaco y bebidas alcohólicas.

– Sustancias institucionalizadas, producción sujeta a autorización previa: comunicada a organismos internacionales, suministro al usuario controlado por profesionales de la salud, advertencias sanitarias detalladas en los envases. Ejemplos: tranquilizantes, determinados antidepresivos.

– Sustancias institucionalizadas, pero con un uso aceptado diferente al psicotrópico: producción y venta legal, algunas limitaciones (por ejemplo de la venta a menores). Suministro por parte de profesionales no sanitarios (o en autoservicio). Ejemplos: disolventes de pegamentos (tolueno, etc.), gas propelente de determinados sprays.

– Sustancias institucionalizadas, producción estrictamente controlada: suministro al usuario supervisado por profesionales de la salud, quienes a su vez son vigilados por la autoridad administrativa (recetas de estupefacientes, carnets de extradosis…). Su comercio fuera de este marco es considerado ilegal y severamente reprimido. Ejemplo: morfina, anfetaminas.

– Sustancias no institucionalizadas, usualmente poco conocidas y de las que los usuarios suelen autoabastecerse fuera de los circuitos comerciales: muy ligadas a contextos locales, usualmente no figuran en las listas de sustancias de venta/consumo ilegal. Se trata de determinadas amanitas, nuez moscada, semillas de ciertas plantas, betel para mascar…

– Sustancias no institucionalizadas, cuya producción es ilegal, así como su comercio y, en muchos casos, su consumo: las sanciones impuestas por su producción, venta y, especialmente, consumo, suelen ser más benignas que en la categoría siguiente. En determinados países o regiones existe una tolerancia regulada ante una o varias de estas sustancias, ya sea por respeto a tradiciones locales (hoja de coca en Bolivia y Perú), de rituales religiosos, o en el marco de una política global de reducción de daños (como la marihuana en Holanda). Otros ejemplos: alucinógenos sintéticos (LSD…), anfetaminas modificadas de producción no farmacéutica (drogas de diseño).

– Sustancias no institucionalizadas, de producción, venta y, en muchos países, consumo ilegal: las sanciones impuestas a los implicados en esos comportamientos suelen ser muy severas, en ocasiones superiores a las correspondientes a delitos como el homicidio. Salvo programas experimentales de suministro médico controlado (como los de Suiza), no hay tolerancia para su distribución, que es competencia exclusiva del mercado negro. Ejemplos: heroína y cocaína.

SÍNTESIS:

Sería demasiado pretencioso como absurdo, querer determinar que las drogas se clasifican simplemente en drogas duras y drogas blandas.

Los conceptos básicos en lo relativo a las drogas, su abuso y dependencia han estado en permanente evolución en las últimas décadas, y no es de esperar que dejen de estarlo. En consecuencia, es necesario mantenerse atento a las modificaciones que se produzcan, pero también evitar considerar como más apropiada la última propuesta, simplemente por el hecho de ser más reciente. A menudo simplemente resuelve unos problemas suscitando otros. Dado que no existe una única autoridad normativa en este campo, los conceptos siempre deben interpretarse en función de su contexto y procedencia, con especial cautela en el caso de traducciones, dada la falta de correspondencia de términos con grafía parecida en diversos idiomas.

Es preciso avanzar hacia una concepción afectivamente más neutra de las drogas, reconociéndolas como productos capaces, en general, tanto de usos aceptables y aún recomendables, como de causar perjuicios potencialmente muy graves. Reconocernos a nosotros mismos como usuarios (esperemos que no dependientes) de drogas, tales como la cafeína, el alcohol, el tabaco o los opiáceos del jarabe para la tos puede contribuir a ello.

Espero que este post, sirva, o al menos oriente a quienes quieran interesarse respecto al mito de las drogas duras o drogas blandas.

Alx

Fuentes:

DELAY, J. (1958) “Psychofarmacology frontiers”, Proceedings of the 2nd International Congress of Psychiatry. Boston-TORONTO: Little, Brown and Co.

DENIKER, P. (1966) La psychopharmacologie . París: Que sais-je?

DÍAZ, L., y otros (1980) Las drogas a lo claro . Madrid: Popular.

LAPORTE, J. (1976) Les drogues . Barcelona: Edicions 62.

LEWIN, L. (1970) Phantastica, les paradis artificiels . París: Les editions Payot.

ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE LA SALUD (1992) La clasificación CIE-10 de los trastornos mentales y del comportamiento: descripciones clínicas y guía para el diagnóstico. Madrid: Meritor.

ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE LA SALUD (1952). Serie de informes Técnicos. Tercer Informe del Comité de Expertos de la OMS en Drogas capaces de producir Toxicomanía.  Ginebra.: OMS, 57, 9.

ROVIRA, R. (1982) Problemática de la clasificación de las drogas. Libro de ponencias del Curso sobre drogodependencias . Barcelona: Instituto de Estudios de la Salud. Generalitat de Catalunya.

KRAMER, J. F. y CAMERON, D. C. (1975) Manual sobre dependencia de las drogas .Ginebra: OMS.

VARENNE, G. (1973) El abuso de las drogas . Madrid: Guadarrama.

MOD1 Master en drogodependencias. UB-IL3 2010-2012. Barcelona.

Por Oihana Iturbide . Sindrome de abstinecia.

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Un síndrome de abstinencia como cualquier otro

cocaínaPermanecí tumbado en la cama esperando a que viniera la enfermera. Los botones de mi pijama estaban pegajosos y cubiertos de ceniza. Sólo podía fumar. Un único pensamiento ocupaba el poco espacio de mi cerebro: cocaína. Las luces del techo parecían retarme: ¿quién sería capaz de mantener la mirada por más tiempo?

Encendí un cigarro. Y otro. Y otro.

Inspiraba el humo con fuerza, como tratando de deshacer el nudo de espinas que tenía entre la garganta y el pecho. Y contaba. Empezaba por el número 3000 y retrocedía de uno en uno. Tenía que mantenerme concentrado lo suficiente como para darle esquinazo a ese maldito pensamiento. Tomaba atajos matemáticos: “2998, 2996, 2994”; y cambiaba al tres: “2994 menos 3 son 2991”. Alternaba distintas restas y así mantenía a raya mi obsesión. Raya… “Una raya de cocaína es lo que necesito para diluir esta maldita opresión del pecho”. “¡Enfermera! Seguro que se habrá encontrado con el bedel y están magreándose en el cuarto de las fregonas…”

El compañero de la habitación de al lado subía el volumen de la televisión. Tenía paranoias, decía que los del grupo de terapia querían entrar en su cuarto mientras dormía, y ahogarlo con la almohada. Por eso se desquitaba con el mando, para que todos pensáramos que estaba despierto y permaneciéramos, obedientes, en nuestras respectivas habitaciones. Que no entiendo yo muy bien para qué querría seguir vivo. Que vengan a ahogarme a mí. Que interrumpan mis pulsaciones de una jodida vez, que no quiero seguir contando y descontando.

La enfermera entró por fin. Apareció con el lápiz de labios corrido. Sentí ganas de vomitar. “Toma, cariño, te he traído un vaso de agua”, me dijo mientras se sentaba al borde de mi cama. Su caída de párpados era suave, como si estuviera ralentizada. Yo llevaba 36 horas sin poder cerrarlos. “Forma parte de la sintomatología de las primeras horas de abstinencia”, había diagnosticado un paternalista psiquiatra cuando ingresé. La enfermera me acercó el vaso y sacó el colirio. Mis ojos parecían dos canicas resecas. Hubiese matado porque esa enfermerita tan dispuesta me los arrancara. “Todo irá bien, cariño, esto sólo durará unos días”, repetía mientras me ponía las gotas. Yo sólo quería que cogiera la almohada. Que la cogiera y me mirara con la misma cara que todas esas putas con las que había estado el último año. Que me sonriera con ternura, como si fuera mi madre. Y que la apretara fuerte contra mi cara. Que me ahogara y que esa idea, que rebotaba irritante en mi cabeza, claudicara de una vez por todas.

ADICCIÓN ES UNA ENFERMEDAD DEL CEREBRO Y NO UNA DEBILIDAD.

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ADICCIÓN ES UNA ENFERMEDAD DEL CEREBRO Y NO UNA DEBILIDAD 

– Directora del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas de EEUU. La directora del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas de Estados Unidos (NIDA, por sus siglas en inglés), la doctora Nora Volkow, afirmó este sábado que la adicción es una enfermedad del cerebro, durante su intervención en el IV Congreso internacional de Patología Dual, que se celebra en Barcelona.
Los expertos reunidos en el congreso expresaron su interés en que se destierre la visión “conservadora” que asume la adicción como un problema de debilidad de carácter o vicio, y no como una enfermedad mental y cerebral; además, aseguraron que si se desconoce el trastorno mental que hay detrás del adicto, el fracaso de la terapia está “casi asegurado”.
“En las personas adictas existe un desajuste cerebral que afecta al funcionamiento de las áreas que permiten ejercer el control de los deseos, es decir, interfiere en la capacidad de dominar los impulsos. Sabemos que hay diferencias genéticas que determinan que una persona sea mucho más vulnerable que otra”, defendió el catedrático de Psiquiatría de la Universitat Autónoma de Barcelona, jefe del servicio de Psiquiatría del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona y presidente del congreso, el profesor Miguel Casas.
A este respecto, la doctora Volkow añadió que “la drogadicción es una enfermedad del cerebro, un problema médico que puede ser tratado y rehabilitado, como se hace con otro tipo de enfermedades que tienen que ver con el cerebro, como la epilepsia”, y alertó de que si los cambios cerebrales que explican las conductas adictivas del paciente no se atienden, éstas permanecerán.
Por otro lado, el profesor Casas apuntó que en la población adolescente la causa más prevalente de consulta son los trastornos por uso de cannabis, cuyo consumo en España es uno de los más altos de Europa. La Sociedad Española de Patología Dual alertó de que el consumo de cannabis, cocaína y drogas de diseño entre la población adolescente tiene un peso decisivo en el fracaso escolar y explica que entre el 25% y el 30% de ellos no terminen sus estudios, además de favorecer la aparición de enfermedades psiquiátricas en edades cada vez más tempranas.
“Respecto a la patología psiquiátrica, los trastornos que con más frecuencia se asocian en población adolescente son los denominados trastornos por conducta disruptiva, comportamientos inapropiados que no se ajustan a las normas socialmente aceptadas, seguidos por los cuadros depresivos”, alegó el director del congreso.
No obstante, los expertos recordaron que pese a que el consumo de sustancias suele asociarse a personas jóvenes, es un problema que no tiene límites de edad. “El trastorno más frecuente es el abuso o dependencia de fármaco hipnosedantes o ansiolíticos, así como los llamados ‘painkillers’ (analgésicos), muchas veces recomendados por el entorno del paciente y obtenidos de forma sencilla mediante prescripción médica”, comentó el profesor Casas, quien insistió en la importancia de la prevención y los programas específicos tanto en adolescentes como ancianos.
Fuente. Teinteresa.es