Cocaina, pastillas y un mal recuerdo
Es curioso como acciones del pasado provocan el rechazo por cosas de lo más insignificantes, por ejemplo un ibuprofeno. Desde que dejé de consumir cocaína, con el paso del tiempo, las migrañas, y otro tipo de molestias, fueron desapareciendo, no del todo, pero desde luego ni punto de comparación a entonces.
Debo reconocer que mi salud dental era algo a lo que no prestaba especial atención tiempo atrás, y en el presente, a pesar de ir poniendo solución a problemas arrastrados del pasado, en ocasiones sufro de dolor de muelas.
¿IBUPROFENO?, PASO…
Recuerdo la primera vez que me dolieron cuando ya no consumía. Mi respuesta ante el dolor fue la habitual, ir al cajón donde se encuentran las medicinas y coger un antiinflamatorio, pero algo había cambiado, al ver la caja, de pronto un recuerdo golpeó mi cabeza. Me vino una imagen muy desagradable, algo que en el pasado ocurría con cierta frecuencia.
Algunas ocasiones, después de estar horas y horas fuera de casa bebiendo y tomando cocaína, a pesar de querer seguir, sabía que debía volver, y así, “no portarme mal del todo”. Lo sé, es lamentable como funcionaba antes.
Meterme en la cama junto a mi mujer no era una opción, era imposible que durmiese con lo que llevaba encima. Me encerraba en el salón, ponía la televisión, encendía el ordenador, necesitaba estímulos, cuantos más mejor, pero con cuidado, “no queremos que nadie se despierte”. Sentado en el sofá, escondía la tarjeta bajo el portátil, la coca y turulo en el calcetín, comenzando una frenética actitud de consumir sin ser visto. Oía ruidos donde no los había, me levantaba, comprobaba que mi mujer e hijos estaban dormidos, “bien, podemos seguir”. Volvía al sofá, sacaba la tarjeta, el gramo, lo preparaba deprisa sobre la mesa de cristal, “ahora el turulo, adelante”. Así una y otra vez hasta que acababa con todo. El reloj era mi gran enemigo, los minutos pasaban demasiado deprisa, “queda poco para que se despierten, venga, aprovecha el tiempo que te queda”
Cuando apenas quedaban un par de rayas, la ansiedad se hacía muy fuerte, me estaba quedando sin nada, y por otro lado, en poco tiempo, ella y los niños despertarían. Había que seguir esnifando, pero algo que me calmara. Me acercaba con todo el sigilo posible al cajón de las medicinas, cogía todo aquello que creyese que me ayudaría a mi propósito. Machacaba rápidamente las pastillas de ibuprofeno, abría las capsulas de lexatín, y todo ello lo mezclaba con la poca cocaína que me quedaba, y vuelta a empezar, más rayas, más paseos a ver si despertaban,…
Una noche comencé a sangrar por la nariz, no era la primera vez, pero en esta ocasión la hemorragia era enorme, no paraba. Me asusté, taponaba la nariz con un pañuelo de papel, pero al quitarlo la sangre continuaba brotando. Opté por llamar al teléfono que venía en el prospecto, diciéndole a la persona que me atendió, que tenía unas migrañas terribles, y que al no aliviarlas por la vía “tradicional”, opté por machacar las pastillas y esnifarlas. Madre mía, en aquel momento fue la genial idea de la noche, hoy lo recuerdo, y no logro imaginar la cara que pondría la persona que me escuchó. La solución que me dio fue que me acercará al hospital más cercano para que me viesen, algo a lo que yo no estaba dispuesto. Al pasar un rato, y estar largo tiempo lavándome la nariz y taponándola, la hemorragia se cortó, el miedo pasó, y las rayas volvieron a estar presentes en la mesita de cristal del salón.
IBUPROFENO, VAMOS A LLEVARNOS BIEN
Como podéis imaginar, repugnante y triste imagen, ha provocado que cada vez que tengo alguna molestia y he de tomar alguna pastilla, ese recuerdo haga acto de presencia. Cierto es, que actualmente no es siempre, pero aún viene de vez en cuando.
Al principio estos flash-back me hacían sentir terriblemente culpable, sentía asco de mí mismo, por lo que hice, por todo lo que representaban esos actos. Hoy día, no me siento orgulloso, pero sé que pertenecen a otra época, a otro David, que nada tiene que ver con el actual. Así que cada vez que tengo dolor de muelas, o de cabeza, cojo el ibuprofeno, y “disfruto” el tomarlo por necesidad, y no por nada que tenga que ver con aquello que un día fui.
Es importante reconocer y aceptar los errores del pasado, pero no menos, saber la distancia y el lugar que ocupan.
¡Un abrazo!
Muchas gracias por compartir 🙂
¡Un fuerte abrazo!